En la agorafobia, los síntomas de ansiedad al alejarse del entorno que se considera seguro pueden ser tan diversos como dificultad de respirar, taquicardias, tensión, mareos, visión borrosa, náuseas, necesidad subjetiva de orinar o defecar, etc. Estos suelen estar acompañados de una creencia de incapacidad para escapar y a menudo también de vergüenza por esa limitación.
Las situaciones que se temen y evitan son también muy diversas; por ejemplo lugares con mucha gente como centros comerciales o espectáculos, viajes en diferentes medios de transporte, hacer colas… Con el tiempo, el miedo y la sensación de inseguridad suelen generalizarse y ampliarse, con lo que la fobia a encontrarse en espacios abiertos se hace cada vez más incapacitante. El origen del temor suele ser un ataque de pánico o ansiedad elevada que en su momento fueron experimentados como muy desagradables y con sensación de falta de control.
Es importante tratar la agorafobia cuanto antes y no permitir que vaya limitando la vida cotidiana, ya que cada vez será más difícil y atemorizante exponerse a situaciones nuevas o incluso a algunas que antes del trastorno eran cotidianas.
La psicoterapia cognitiva-conductual y EMDR son muy eficaces en la agorafobia y permiten un diagnóstico favorable.