La violencia de género constituye un patrón de violencia (vejaciones, intimidación, lesiones) que pretende la dominación de la mujer por parte del hombre dentro de una relación de afectividad. A pesar de que nuestra sociedad ha evolucionado hacia la igualdad de derechos entre mujeres y hombres, aún persisten actitudes machistas y hombres (afortunadamente no son la mayoría) que consideran a la mujer inferior o susceptible de control y sometimiento.
Generalmente, en hogares con menores, la violencia de género es o termina siendo violencia doméstica, pues para ellos, presenciar el maltrato psicológico o físico de su madre significa en parte la pérdida de protección maternal. Una madre sometida, vejada, agredida, es percibida aunque sea inconscientemente por el menor como una madre sin capacidad de dar seguridad. Por otra parte, presenciar conductas violentas en el hogar (que debería ser fuente de protección y apoyo),, convierte a los niños en víctimas directas de la violencia de género.
El maltratador ha forjado con su pareja una relación totalmente asimétrica en la que ejerce un poder desproporcionado y destructivo, mientras que la compañera es anulada y despojada de sus recursos personales, sociales o económicos. Esta jerarquía patológica se transmite a los hijos, fomentando un ciclo de violencia. De ahí la importancia en identificar estos patrones, especialmente para proteger a la mujer y a los menores.
Cuando se realiza un informe pericial a una víctima de violencia de género, hay que tener en cuenta el tiempo y el alcance de la victimización, su adaptación a una situación de violencia (a menudo durante años), la sintomatología relacionada y los riesgos en el momento presente, ya que el daño físico o psicológico probablemente haya menoscabado su capacidad de afrontamiento; especialmente si hay hijos involucrados.
El informe pericial psicológico de parte cobra especial importancia por la necesidad de una valoración que vaya más allá de lo que expone la maltratada en un primer momento, cuando el miedo y la confusión pueden dificultar un relato coherente y exhaustivo de la violencia vivida. Los informes forenses (emitidos por psicólogos adscritos al juzgado) a menudo se realizan inmediatamente tras la denuncia, cuando la víctima está bajo una presión externa (el maltratador que intenta que no le abandone o denuncie), e interna (culpabilidad, miedo por su seguridad o la de sus hijos), no permitiéndole ver con claridad o comprender la situación de maltrato; eso contribuye a que en el primer estadio de una denuncia resulte difícil valorar el estado mental en profundidad, y menos aún las secuelas. Por otra parte, la brevedad de la entrevista y los medios de evaluación escasos tras una denuncia, suelen quedarse cortos como medio de prueba para los jueces.
El objeto del informe pericial de parte es sobre todo un estudio profundo del estado mental de la víctima para determinar el supuesto daño psíquico o moral infligido; también puede ser necesario valorar el estado mental de los menores y las relaciones paterno/materno-filiales, para proporcionar al juez información relevante para la toma de decisiones sobre capacidad parental y su incidencia en los regímenes de visitas. Aunque los equipos psicosociales evalúen a todos los miembros de la familia nuclear, a menudo el tiempo es escaso, el entorno puede resultar frío o incluso amenazante, por lo que puede faltar información emocional y afectiva. Por otra parte, los maltratadores, a menudo no presentan una patología recogida en el DSM-5 y pueden pasar desapercibidos rasgos peligrosos para la pareja o los hijos, como psicopatía o sadismo, muy asociados a mentira patológica, fingimiento, manipulación y buena imagen social.
Como peritos psicólogos, aplicamos las recomendaciones de la guía de buenas prácticas para periciales sobre custodia y régimen de visitas de menores en casos de violencia de genero http://www.copmadrid.org, considerando por encima de otras cuestiones, el interés y bienestar de los menores.
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