Centros psicología Madrid y Las Rozas - 626 41 48 65 info@psicologoseleva.com

Nuestra personalidad se va forjando desde la infancia, determinada en parte por la herencia genética, y en parte por el ambiente en el que nos criamos. Las experiencias tempranas van a provocar reacciones específicas según el temperamento del niño, y a menudo resultan ser improntas (acontecimientos significativos relacionados con la supervivencia o el bienestar) que contribuyen a generar creencias sobre nosotros mismos y los demás, lo que va a guiar nuestra conducta en muchos casos de forma automática e inconsciente, especialmente en momentos de estrés.
Lo que llamamos rasgo de personalidad es una tendencia relativamente estable de pensamientos, sentimientos y conductas en diferentes situaciones personales y sociales. Todos tenemos unos rasgos que matizan nuestra personalidad, con los que nos identificamos y nos conocen los demás. Por ejemplo, hablamos de personas sociables o solitarias; dependientes o independientes; confiadas o desconfiadas. La combinación de rasgos conforma un patrón de personalidad que lleva aparejado una forma característica de interpretar el mundo. Cuando esa tendencia o patrón se hace persistente y rígida, provoca malestar excesivo y produce un deterioro en las áreas de funcionamiento de la persona, hablamos de trastorno de personalidad. Es importante comprender que estos patrones se originaron en periodos de máxima vulnerabilidad (infancia, adolescencia y primeros años de juventud) , y que en muchos casos fue la mejor o la única forma de reaccionar y defenderse ante sentimientos desagradables como  miedo, tristeza, celos, indefensión, etc. Quizás esas reacciones ayudaron a adaptarse al medio familiar o hacer frente a situaciones conflictivas. El problema es que esas formas rígidas de pensar, sentir y actuar empiezan a ser desadaptativas en la vida adulta e incluso pueden resultar destructivas, impidiendo alcanzar objetivos y bienestar global.

Para ilustrar la diferencia, a veces difusa, entre rasgos de personalidad y trastorno, pensemos en un ejemplo. Una persona con rasgos de personalidad paranoide podría tener una tendencia a desconfiar de los demás, sentiría celos fácilmente y le costaría perdonar agravios, pero si hubiera cierta conciencia y flexibilidad, su vida personal o social no se vería demasiado afectada e incluso podría ser muy satisfactoria. En el caso de un trastorno paranoide de personalidad, además de esos rasgos, cumpliría unos criterios mínimos como sospechas sin justificación acerca de la lealtad o fidelidad de personas cercanas, rencor persistente e incapacidad de perdonar, reacciones de ira al percibir ataques a su autoestima… Por otra parte, estas actitudes y conductas generarían conflictos con otras personas y afectarían a su bienestar y al de los demás.

La terapia en casos de trastornos de personalidad suele ser más larga que con trastornos clínicos y cuesta más el cambio de creencias, sentimientos y conductas, ya que se trata de patrones de larga duración que se han automatizado y reforzado con el tiempo. Pero, con la ayuda de terapias de tipo cognitivo-conductual, EMDR, EFT… y de herramientas como el eneagrama, podemos acortar la intervención terapéutica y conseguir flexibilizar los rasgos y comportamientos más desadaptativos. En nuestros centros de psicología Eleva en Madrid y Las Rozas, nuestros psicólogos aconsejarán la terapia más adecuada. Realizamos también valoraciones diagnósticas de personalidad utilizando las pruebas psicométricas más avanzadas y fiables, tanto para informes clínicos como para peritajes psicológicos.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies